martes, julio 25, 2006

Los buitres

Las garras de los buitres se desplazan horizontal y opuestamente sobre la barra de acero, hasta rozarse, al momento que, tal polos opuestos, se repelen y cada uno vuelve a su sitio original, a distancia prudencial de su rival.

Intermitentemente sus miradas se cruzan, posándose sobre la víctima, que yace ante ellos, falsamente aparentando estar relajada, simulando ignorarlos, en medio de la danza de final anunciado, esperando la hora de su partida, casi tan ansiosamente como las aves.

El tiempo transucrre lento (como suele transcurrir cuando es tenido en cuenta!) y el aire se envicia, al tiempo que otros buitres exhaustos y malhumorados revolotean la zona, en busca de presas. Pero la víctima sigue allí, haciendo caso omiso al deseo de los buitres; sin embargo, ellas esperan, con la certeza de que llegará la ansiada hora...Esa hora en que comenzará la dulce pelea por la carroña, otro baile mil veces ejecutado: el buitre más rápido ofrecerá cederla, falsamente, para luego disfrutar de la presa con la tranquilidad que deja el haber desterrado todo dejo de egoísmo..

Sin embargo, la situación no cambia; el final parece no llegar. los últimos (o no tan últimos) momentos se hacen interminables. Aumenta el calor, el fastidio y la agónía. Las aves ya ni siquiera intentan disimular su deseo. La víctima parece experimentar todos los momentos previos al final, que nunca termina de consumar.

Los buitres responden a cada signo de anuncio del final, acercándose más y más, para no perder la presa, disfrutando su premio de antemano.

Pero el tiempo pasa, el cuerpo pesa, y uno de los buitres abandona la empresa antes de llegar a destino, al tiempo que con ojo entrenado busca otra potencial víctima.

El 106 repleto dobla por Av. Gaona y finalmente la señora de rulos pelirrojos cierra la agenda, se saca los auriculares, busca las llaves en la cartera y se dispone a dejarle el mullido, calentito y preciado asiento, al muchacho.


Denise

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